En una escalada militar sin precedentes en la península coreana, el ejército norcoreano ha desencadenado una intensa lluvia de disparos, marcando uno de los episodios más graves desde el bombardeo de Yeonpyeong en 2010.
Esta creciente tensión coincide con una serie de declaraciones belicosas por parte del líder norcoreano, Kim Jong Un, quien ha amenazado con “aniquilar” a Corea del Sur y Estados Unidos en los últimos días.
Según el Ministerio de Defensa surcoreano, aproximadamente 200 rondas de disparos se llevaron a cabo entre las 09:00 y las 11:00 a.m. en áreas estratégicas, incluyendo Jangsan-got en el noreste de la isla de Bangnyeong y áreas al norte de la isla de Yeonpyeong.
Seúl respondió con firmeza, denunciando el ataque como “un acto de provocación que amenaza la paz en la península coreana” y responsabilizando a Corea del Norte de la crisis de escalada.
Las tensiones alcanzaron tal nivel que se ordenó la evacuación de los residentes de las islas surcoreanas afectadas, instándolos a refugiarse ante la creciente amenaza. Sin embargo, Pyongyang rechazó las acusaciones, argumentando que sus disparos eran una “respuesta natural” a las maniobras realizadas por Corea del Sur y negando que hubieran impactado las islas surcoreanas de Baengnyeong y Yeonpyeong.
En respuesta a la provocación norcoreana, la Marina surcoreana llevó a cabo un ejercicio con munición real en la isla fronteriza de Yeonpyeong. Esta acción ha intensificado la preocupación a nivel internacional, generando llamados a la calma y el cese inmediato de las hostilidades por parte de la comunidad internacional.
La situación en la península coreana sigue evolucionando rápidamente, y la comunidad global observa con atención mientras se desarrollan los eventos, con la esperanza de evitar una escalada aún mayor que ponga en peligro la estabilidad regional y mundial.
