El cáncer de esófago es una enfermedad caracterizada por el crecimiento descontrolado de células malignas en el esófago, que puede estar relacionada con múltiples factores, como el estilo de vida y la alimentación.
Según la web de Enciencia, este tipo de cáncer, al igual que otras neoplasias, tiene un origen multifactorial que incluye hábitos como el consumo de tabaco, alcohol, la obesidad y una mala nutrición.
Aunque las causas exactas no están completamente aclaradas, estudios han demostrado que las personas con hábitos poco saludables son más propensas a desarrollar cáncer de esófago. Además, aquellas personas diagnosticadas con esófago de Barrett o que padecen de anorexia, y quienes sufren de reflujo ácido crónico, presentan un riesgo significativamente mayor. En estos casos, el ácido estomacal daña las paredes del esófago, lo que aumenta las probabilidades de desarrollar la enfermedad.
De acuerdo con la American Cancer Society, el primer síntoma de cáncer de esófago suele ser la dificultad para tragar, lo que provoca una sensación de que la comida se queda atorada en la garganta. La Mayo Clinic también señala otros síntomas relevantes, como la pérdida de peso inexplicada, ardor en el pecho, acidez que empeora, tos persistente y, en fases avanzadas, dolor y sangrado en el esófago.
No existe una manera de prevenir completamente el cáncer de esófago, varios hábitos pueden reducir el riesgo. Evitar el tabaco y el consumo excesivo de alcohol, mantener un peso saludable y consumir frutas y verduras en abundancia son algunos de los cambios recomendados por la Mayo Clinic para disminuir las probabilidades de desarrollar esta grave enfermedad.
El cáncer de esófago sigue siendo una enfermedad silenciosa en sus primeras etapas, por lo que es vital estar atentos a los factores de riesgo y síntomas que podrían alertar sobre su aparición. Cambiar hábitos y adoptar un estilo de vida más saludable, es fundamental para minimizar las probabilidades de ser diagnosticado con esta enfermedad.